Estaba prohibido bañarse, pero la tentación fue grande. Era una charca pequeña, con una presa de piedras. Para cuando sumergió la última parte del cuerpo, la presa no pudo aguantar la presión del agua y se vino abajo. Ani gritaba: “!ayuda!”.
Un escarabajo que paseaba por la zona se apresuró a buscar la piedra más grande y la empujó hasta cerrar la presa. Una pulga de agua cortó la hierba más larga de la charca y se la dio a un pájaro, el cual a su vez se la acercó a la niña para que la agarrara. Entonces el pájaro tiró y tiró hasta que Ani estuvo fuera.
Como agradecimiento Ani les ofreció pedir cualquier cosa que necesitaran.
La pulga de agua necesitaba pulmones para poder subir al más allá por las hierbas. El pájaro necesitaba colores vivos en sus alas, para ser más vistoso. Y el escarabajo…
“Te puedo dar unas piernas fuertes y ágiles para andar” le dijo Ani; “Ando bien con mis 6 patas: me llevan donde yo quiero”. “Te puedo dar un cerebro grande para que inventes todo lo que necesites”; “todo lo que necesito ya está inventado”.“¡algo habrá que necesites para vivir mejor!” exclamó Ani, muy sorprendida. “Poseo todo, para vivir donde vivo y del modo en que vivo”, contestó, muy sereno, el escarabajo.
– “¿no hay nada que quieras para vivir mejor?” “Sí, eso sí -contestó el escarabajo-: quiero que los animales con piernas fuertes y ágiles y con un cerebro grande me acepten como soy y me traten con respeto.”
Ese día la dulce Ani aprendió que querer y necesitar no son iguales.
Reflexiona, antes de adquirir algo.
(Por cierto, la pulga de agua no pudo volver a bajar de las hierbas por no tener branquias, y al pájaro se lo comió un águila medio ciega, ¡porque hasta ella le pudo ver!)
Arantxa Txintxurreta
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