El Lehendakari, recién formado su gobierno, hizo un discurso en el que aseguró que en esta legislatura no se iban a emprender nuevas infraestructuras. Eso nos alegró a los naturalistas y a los conservacionistas, que llevamos años reivindicando el cese de la destrucción del medio natural en nombre del pseudodesarrollo o del crecimiento. La crisis actual no es exclusivamente económica, también social y de valores, pero sobre todo es ecológica. Nos han dicho que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y es la verdad, es más, lo seguimos haciendo porque estamos despilfarrando recursos y consumiéndolos por encima de la capacidad de la Madre Tierra. Para mantener nuestro ritmo, en todo el mundo, harían falta varios planetas. Sólo tenemos uno.
Durante muchos años se ha construido en Gipuzkoa todo lo que se ha querido, habiendo aumentado exponencialmente el grado de artificialización del suelo. Y es que para la construcción, en la provincia cabe todo, a pesar de su pequeño tamaño. Algunos lo denominan “territorio chicle”, porque se estira según “necesidades”. Los valles están saturados de infraestructuras, industrialdeas, y edificaciones varias. Estamos arrasando con el patrimonio natural y hemos echado a perder las mejores tierras agrícolas.
En este desarrollismo desenfrenado, hemos creado una extensa red de carreteras y de autovías. Parecía que nos sobraba el dinero y que era infinito. Pero la realidad es que nos hemos endeudado, hemos gastado un dinero que no teníamos, que no tenemos. Y es esa política la que ha comprometido nuestros presupuestos y la que será también un lastre en el futuro, tanto por la deuda, como por el mantenimiento básico de esas infraestructuras. Algunas empresas han hecho muy buen negocio a cuenta del patrimonio común, pero lo más grave es que los intereses particulares han marcado las decisiones políticas.
Ahora que la cruda crisis nos envuelve a diario, le toca al nuevo Gobierno Vasco sacar adelante los presupuestos. Han dicho que no comenzarán nuevas obras faraónicas y es una muy buena noticia, pero en la actual coyuntura, nos tememos que la decisión poco o nada tiene que ver con la grave crisis ecológica y medioambiental que padecemos, sino más bien con la situación económica. Nos hubiera gustado que fuera fruto de una profunda y sesuda reflexión, que supusiera un cambio de rumbo en las políticas y un cambio en las prioridades… Nunca es tarde. En cualquier caso, lo que no se entiende es que con la falta de dinero que hay se siga impulsando un proyecto innecesario y derrochador como el TAV. Las razones para oponerse al proyecto son ecológicas, derivadas de los grandes impactos medioambientales que está produciendo, pero sobre todo son de sentido común, de fijar prioridades sociales, y el TAV no lo es. Es un proyecto elitista que sólo va a beneficiar a unos pocos, hipotecando su coste otras partidas clave como la sanidad, la educación, las protección social, o el transporte público, sostenible y universal de masas. Ese que utiliza la mayoría de la gente, el transporte cercano, y en el que en comparación apenas se invierte. ¿Por qué no les parece más interesante invertir nuestro dinero en mejorar la red de transporte público que ya tenemos, que es suficiente para el tamaño y nivel poblacional de la provincia, y nos resultaría bastante más barato? ¿Cómo están las estaciones de Adif, o los trenes de Renfe? Pero es que además el TAV nos compromete para el futuro por los altos gastos de manetimiento que tendrá, por la subvención a los caros billetes… En definitiva, que no es para nada prioritario, sino más bien un lujo que no nos deberíamos permitir (y eso sin mirar a los impactos). Y mientras tanto, en Castilla, las obras paradas, y en Aragón y Castilla La Mancha las estaciones vacías…
Por tanto, queremos instar al Gobierno Vasco, pero también a todos los grupos políticos a que realicen una profunda reflexión sobre el modelo de sociedad deseable y sobre las políticas a impulsar para conseguirlo… Es imprescindible un cambio drástico de rumbo, porque otro mundo no sólo es posible, sino además necesario.
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