Al hilo del desastre que atraviesan los pinares de Gipuzkoa (y en general de toda Euskal Herria atlántica) la cuestión de la política forestal ha cobrado singular relevancia. Aunque también las explicaciones ofrecidas por administraciones y centros de investigación merecen una lectura detenida, en el presente escrito queremos discutir el proceder de Baskegur, asociación del sector en Euskadi. Los profesionales del sector maderero piden, como debe ser, una salida a la situación sanitaria de los pinares de Pinus radiata, pero, a nuestro modo de ver, utiliza para ello argumentos improcedentes.
En primer lugar, sostienen que hay que mantener el pino porque ha servido en el pasado para repoblar los montes pelados durante los siglos anteriores. Aunque el punto de partida es discutible, viendo lo que tenemos hoy delante de nuestros ojos resulta innegable que el modelo de gestión aplicado ha sido malo. Para empezar, hay que dejar claro que tal repoblación no ha ayudado a restaurar bosques; al contrario, a consecuencia de las matarrasas, de la apertura ilimitada de pistas, de la polución química dispersada por el aire y de otras técnicas agresivas más, es patente por todas partes el daño causado, por mucho que se haya realizado un seguimiento y control como es debido. Se han utilizado, en un territorio de orografía tan compleja como la nuestra, técnicas desechadas hace tiempo en Europa. Compete a la Administración evitar, mediante leyes y reglamentos, que se produzcan tales ataques y prohibir, que se apliquen dichas técnicas como mínimo en terrenos de pendiente elevada. Esta iniciativa fue asumida por la Diputación en la legislatura anterior, pero fue nuevamente abandonada con la llegada del equipo jeltzale al poder.
Baskegur propone asimismo dos medidas para invertir la situación actual: utilizar los tratamientos que al parecer hay para combatir la plaga fúngica y, una vez analizado el efecto del cambio climático en nuestros bosques, que se estudie la posibilidad de utilizar especies alternativas al pino de Monterrey. Utilizan términos como bioeconomía, economía circular y sostenibilidad, pero no hacen una sola propuesta encaminada a su aplicación real. Eso sí, añaden, sin el menor atisbo de vergüenza, que en todo esto deben participar las empresas, la administración y la sociedad… después de haber combatido durante décadas, sin tregua y agresivamente la participación de los agentes sociales defensores de la conservación de la naturaleza. Con todo, la responsabilidad del veto a esa participación social no es de Baskegur, sino de la Diputación. Durante la legislatura anterior, Naturkon consiguió que se creara el Consejo de Biodiversidad de Gipuzkoa, pero la Diputación no fue capaz de convocar una sola sesión. Y, naturalmente, el PNV ha arrinconado esta herramienta de participación.
Baskegur no cuestiona la actual política forestal. No prioriza ningún modelo de gestión orientado a la sostenibilidad, dado que ello implicaría que asume la existencia de un perjuicio ambiental en su actividad, y eso choca con su discurso. Muy al contrario, echan mano de un discurso que no hace sino profundizar en la desinformación y en el desconocimiento. Hablan sin cesar de bosques y de recuperación de bosques, cuando en realidad se trata de parcelas de producción en monocultivo. Afirmar como afirman que en Bizkaia se da un equilibrio entre frondosas y coníferas es una burda y malintencionada mentira que oculta, como saben perfectamente, que son las frondosas de Araba las que equilibran la hegemónica extensión plantada con coníferas en Bizkaia y Gipuzkoa. ¿Dónde está el equilibrio en el valle del Deba? ¿En el alto Oria? Si tal equilibrio existiera realmente no estaríamos discutiendo esto en plaza pública. Ellos distinguen perfectamente entre bosques y plantaciones, pero se valen subrepticia e ilegítimamente de esa desinformación para ocultar los impactos ambientales de su negocio.
Tampoco es de recibo que los mismos que nos intentan convencer de que la gestión actual evita los incendios aboguen ahora por sustituir los pinos por eucaliptos. Ni tampoco lo es que los mismos que comentan el efecto del cambio climático no entren a considerar la pérdida de suelo y la erosión. Manejan un discurso políticamente correcto para que la política forestal, competencia de la Diputación, priorice modelos intensivos de gestión basados en monocultivos, siempre bajo el control del sector, como si fueran los únicos agentes interesados en el tema.
Pues no quieren ni oír hablar de que la actual desorganización de los recursos naturales redunda en perjuicio del conjunto de la sociedad y para dar con el equilibrio de la actividad forestal es preciso cambiar de raíz un modelo que promociona la política forestal en vigor. Naturkon ha manifestado bien claro que ‘la sociedad debe reconocer las aportaciones realizadas por los propietarios y el resto de agentes implicados en la cadena de valor del sector”, pero ello implica necesariamente debate público; entre otras razones porque los esfuerzos que ello supondrá a los propietarios la recuperación de los bosques conllevarán beneficios para el conjunto de la sociedad y no tienen que quedar en una carga exclusivamente suya.
Para que esta crisis no desemboque en un desastre absoluto, debemos tomarla como una ocasión para enderezar los errores cometidos. Es por ello que solicitamos a la Diputación de Gipuzkoa que cambie de una vez su rumbo. Naturkon ya presentó su propuesta y existen las herramientas que puedan resultar necesarias. Únicamente falta la voluntad foral.
Aitziber Sarobe Egiguren
En nombre de Naturkon
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